Como antecedente: una palanqueta es un dulce típico, consistente en una barra de cacahuates unidos mediante piloncillo o miel, de consistencia rígida y que hace un rico crunch, crunch al ser mordida.
Yo no soy muy fanático de las palanquetas, pero las como con gusto cuando la ocasión se presenta. Conozco a dos personas que si son fans: mi madre y Zab.
En fin, en la ruta Santiago Tuxtla-Veracruz, antes de llegar a Alvarado o justo después (por Camaronera) en los camiones Tuxtlas suelen subirse unas personas a vender dulces. Son dos hombres no muy viejos, no tan jóvenes, que suelen hacer el mismo acto cada vez que suben a los camiones (por cierto, que se sube uno por camión, no andan juntos ni nada, pero son dos los que trabajan en lo mismo): dan una descripción de los dulces que venden, ofrecen muestras de asiento en asiento de cacahuates garapiñados sin costo y después pasan a los asientos vendiendo los productos. Muy ricos, por cierto, los cacahuates garapiñados.
En fin, en una de ésas, cansado por la semana del Servicio Social y acordándome que a Zab le gustan las palanquetas, decidí comprar una. Aguanté todo el camino sin comerla, llegué a Veracruz y al fin, a mi casa. Al quitarme la chamarra, saco la palanqueta de mi bolsillo, y mi madre, con brillo en los ojos, me preguntó:
-¿Para quién es ésa palanqueta?
Yo, cansado del viaje, de la semana, medio dormido, respondí la primera tontería que se me ocurrió.
-Pos de Zab...
ERROR ERROR ERROR
-¡Ay, hijo de la chingada!, le traes a ésa mujer en vez de darle la palanqueta a tu madre. ¡Mal hijo!, te pasas, yo aquí, sufriendo por ti y tú le traes dulces a aquélla; con lo tanto que me gustan las palanquetas...
Y así, y así, como por quince minutos. Después, no me quiso aceptar la palanqueta, y entre increpos e injurias, subí a mi cuarto.
Días o semanas después, al fin de otra semana de Servicio, se volvieron a subir los muchachos. Compré otra palanqueta, con la consigna de que esta si sería para mi madre. Llegué a mi casa, y le entregué el dulce a mi madre. Me agradeció, y procedió a comerse la palanqueta.
-¿Y a Zab le trajiste una?
-Pos no...
ERROR ERROR ERROR
-¡Ay, hijo de la chingada!, nomás eso me faltaba, todavía que esa pobre niña te aguanta y tú no le traes nada, ni una palanqueta, ni un chicle, no sé como te soporta, ¡mal novio!, yo no te he educado así...
Y así, así, y así. Después de un rato, me atreví a decir:
-Pero pos te traje una, a ti, a mi madre.
-Si, pero respeta a tu novia, y compra dos palanquetas, una para mí, y una para esa muchachita que te aguanta así como eres.
Si, los errores fueron míos, y juré que no me iba a pasar la tercera vez.
Se suben los muchachos, compro DOS palanquetas, llego a mi casa, me quito la chamarra, saco las palanquetas de los bolsillos y le entrego una a mi madre.
-¿Para quién es la otra?
Yo, orgulloso de que mi madre me enseñara a regalarle dulces a mi novia, le dije:
-Pos de Zab...
ERROR ERROR ERROR
-¡Ay, hijo de la chingada! En vez de darme las dos palanquetas a mi, a tu santa madre, le das una a aquellas mujer, ¡mal hijo!, mira que no darle más que una mísera palanqueta a mi, a tu madre, con lo tanto que me gustan...
Y así, y así, y así...
Pero aprendí bien de mis errores. La cuarta vez se suben los muchachos, compro UNA palanqueta...y me la comí en el camino.
Las palanquetas posteriores las escondía en mi mochila, y le daba una a Zab y una a mi madre, sin decir que había comprado mas.
Yo no soy muy fanático de las palanquetas, pero las como con gusto cuando la ocasión se presenta. Conozco a dos personas que si son fans: mi madre y Zab.
En fin, en la ruta Santiago Tuxtla-Veracruz, antes de llegar a Alvarado o justo después (por Camaronera) en los camiones Tuxtlas suelen subirse unas personas a vender dulces. Son dos hombres no muy viejos, no tan jóvenes, que suelen hacer el mismo acto cada vez que suben a los camiones (por cierto, que se sube uno por camión, no andan juntos ni nada, pero son dos los que trabajan en lo mismo): dan una descripción de los dulces que venden, ofrecen muestras de asiento en asiento de cacahuates garapiñados sin costo y después pasan a los asientos vendiendo los productos. Muy ricos, por cierto, los cacahuates garapiñados.
En fin, en una de ésas, cansado por la semana del Servicio Social y acordándome que a Zab le gustan las palanquetas, decidí comprar una. Aguanté todo el camino sin comerla, llegué a Veracruz y al fin, a mi casa. Al quitarme la chamarra, saco la palanqueta de mi bolsillo, y mi madre, con brillo en los ojos, me preguntó:
-¿Para quién es ésa palanqueta?
Yo, cansado del viaje, de la semana, medio dormido, respondí la primera tontería que se me ocurrió.
-Pos de Zab...
ERROR ERROR ERROR
-¡Ay, hijo de la chingada!, le traes a ésa mujer en vez de darle la palanqueta a tu madre. ¡Mal hijo!, te pasas, yo aquí, sufriendo por ti y tú le traes dulces a aquélla; con lo tanto que me gustan las palanquetas...
Y así, y así, como por quince minutos. Después, no me quiso aceptar la palanqueta, y entre increpos e injurias, subí a mi cuarto.
Días o semanas después, al fin de otra semana de Servicio, se volvieron a subir los muchachos. Compré otra palanqueta, con la consigna de que esta si sería para mi madre. Llegué a mi casa, y le entregué el dulce a mi madre. Me agradeció, y procedió a comerse la palanqueta.
-¿Y a Zab le trajiste una?
-Pos no...
ERROR ERROR ERROR
-¡Ay, hijo de la chingada!, nomás eso me faltaba, todavía que esa pobre niña te aguanta y tú no le traes nada, ni una palanqueta, ni un chicle, no sé como te soporta, ¡mal novio!, yo no te he educado así...
Y así, así, y así. Después de un rato, me atreví a decir:
-Pero pos te traje una, a ti, a mi madre.
-Si, pero respeta a tu novia, y compra dos palanquetas, una para mí, y una para esa muchachita que te aguanta así como eres.
Si, los errores fueron míos, y juré que no me iba a pasar la tercera vez.
Se suben los muchachos, compro DOS palanquetas, llego a mi casa, me quito la chamarra, saco las palanquetas de los bolsillos y le entrego una a mi madre.
-¿Para quién es la otra?
Yo, orgulloso de que mi madre me enseñara a regalarle dulces a mi novia, le dije:
-Pos de Zab...
ERROR ERROR ERROR
-¡Ay, hijo de la chingada! En vez de darme las dos palanquetas a mi, a tu santa madre, le das una a aquellas mujer, ¡mal hijo!, mira que no darle más que una mísera palanqueta a mi, a tu madre, con lo tanto que me gustan...
Y así, y así, y así...
Pero aprendí bien de mis errores. La cuarta vez se suben los muchachos, compro UNA palanqueta...y me la comí en el camino.
Las palanquetas posteriores las escondía en mi mochila, y le daba una a Zab y una a mi madre, sin decir que había comprado mas.
Me imagino toda la escena y me muero de la risa. Dile a tu mami que le mando muchos saludos.
LoReBeLLa
10 de marzo de 2010, 11:18
Baglietto
10 de marzo de 2010, 12:52
luego las mujeres se quejan de que uno no diga la verdad si al decirla somos castigados por la misma, nunca nada es bueno, nunca nada es suficiente, tampoco digo de que no se les de el respectivo y maravilloso lugar que merecen pero que tampoco al decir la verdad digan lo primero que les venga en mente, primero que lo analicen y ya luego lo digan, siempre gritan que en vez de preguntar ¿por que? y le dan mas peso a cosas que no lo tienen, buen guiño a TBBT por cierto. salud!!!!!!!1
Baglietto
10 de marzo de 2010, 13:06
Que buena entrada, no pude dejar de reir un rato, de hecho la volvi a leer para ver si el efecto ya habia pasado pero no!!!
Gracias
Carlos Alberto
10 de marzo de 2010, 17:15
Jajajaja!!!
Me rei muchisimo, todos en la USBI se me quedaban viendo raro, pero no puede evitarlo...
Te amo:* :* :*
Zabdy
11 de marzo de 2010, 10:36