173.6 Vivir y morir debajo de un puente

México se está llenando de noticias, y conforme avance el proceso electoral más y más saldrán a flote. De las que más me llamaron la atención, fue la siguiente nota del Grupo Reforma (no puedo poner enlace hacia el periódico en línea, porque piden membrasía, así que la tomo de Ciudadanía en Red): 35 niños integran una comuna debajo de un puente. Una noticia que hay que tomar en cuenta, por los puntos varios que podemos aprender:

Debajo de un puente vehicular al sur de la Ciudad, menores en situación de calle han creado una comuna, donde la presencia de adultos no es necesaria para construir un hogar y una red de protección para sobrevivir.

"Los niños del puente", como son conocidos por vecinos y policías, habitan en una oquedad de 20 por 15 metros formada por el distribuidor que enlaza a la Avenida Taxqueña con Miguel Ángel de Quevedo, en su cruce con Tlalpan, y que por la noche sirve como techo hasta para 35 niños y niñas.

Todos llegaron ahí, cuentan, por el destino y por el rechazo de sus padres, quienes los golpeaban, los abandonaron o los corrieron de sus casas por bajas calificaciones o por drogarse.

"Mi papá me pegaba, a veces me daba patadas en el suelo", recuerda Giovanni, "El Enano", quien desde hace un año vive bajo el puente con su nueva familia, con quien comparte casa, comida y una estopa mojada con solvente.

Han construido su hogar con sillones, mesas y cobijas regaladas, donde lo más preciado que tienen es un DVD que, presumen, compraron, no robaron.

"No robamos porque luego sale peor, está mal eso y por eso te meten a la cárcel. Ese DVD lo compramos con nuestro dinero, ahí tenemos la factura", comenta Magaly, de 17 años, quien salió de su casa porque le gusta "el desastre".

Para conseguir dinero, todos los integrantes de la familia recurren a "faquirear" (recostarte sobre vidrios rotos) y las niñas a "charolear" (pedir dinero en los cruceros), ingresos que dividen para comprar comida, solvente y, en ocasiones, películas que en las noches los reúne frente a un viejo televisor que funciona con un "diablito" conectado a un poste de luz.

Sin figuras paternas, todas las decisiones se toman de forma horizontal sin importar la edad: desde el más pequeño, Giovanni de 14, hasta Jorge, de 23 años.


Empezando, la enorme falla de los padres. Niños golpeados, que sufrieron abusos y decidieron escapar de casa.
Al fallo de los padres le sigue el aún más grande fallo del Gobierno: ¿dónde están los servicios sociales?, ¿cómo es posible que 35 niños vivan debajo de un puente?
Que nadie se sorprenda: todo el mundo le falló a estos niños.

Después, viene lo impresionante: una comunidad formada por personas sin recursos, sin gran experiencia ni conocimiento teórico y, sin embargo, funcional a su manera disfuncional. Roban la luz, piden a los transeúntes y aún así tienen normas morales y cierta organización bastante democrática. La juventud mexicana es inteligente, no cabe duda. El ejemplo vive debajo de un puente. La misma juventud que prefiere pedir a robar, que prefiere el thinner a los dulces, que prefiere cuidar de si misma. Una micro-sociedad marginada dentro de la misma sociedad. No se puede decir, claro, que son niños pequeños. El mayor tiene 23. Esto no hace el drama y la sorpresa menores, al contrario. Como sociedad, nosotros también les fallamos a ellos y mírenlos, poniendo el ejemplo.

Para mí, estos chiquillos son héroes.

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