173.5 Comer en Zapotal Hill y aledaños.

He descubierto, con cierto horror, que hay días (debido a la inactividad física y mental, supongo) que extraño algunos aspectos de mi Servicio Social. Hoy fue uno de los días en los cuáles recordé lo mejorcito que ofrecía el Zapotal: la comida.

No toda era de Zapotal, si no de la zona: San Andrés y Santiago Tuxtla, Zapotal y alguna que otra comunidad.

En Zapotal estaba doña Mary, de las pocas señoras que se preocupaban porque el médico comiera. Ella era la que se ofrecía para darle de comer todos los días al pasante. No fui a comer con ella todos los días por pena. Era ella, su nuera, dos hijos y cuatro nietos cuando llegué. Después nació otro nieto, llegó otra nuera y estaba a punto de nacer otro bebé, así que eran muchos en la casa. Cuando comía con ella generalmente eran frijoles con tortillas, además de un poco del guiso del día (ojo, recordar que no me cobraban un peso por la comida en casa de doña Mary, mi contribución correspondía al refresco para toda la familia y dulces para los niños, cuando se habían portado bien). Desde un caldo de res hasta iguana. Comí un poco de todo. La comida que más me gustaba y de la cual me estaba acordando hoy era la de los jueves/viernes: pollo asado a las brasas. Doña Mary vendía pollo, yo le compraba uno y le pedía que me lo preparara. Lo asaba a las brasas, envuelto en papel aluminio. Cuando estaba listo me lo servía con tortillas hechas a mano, frijoles y arroz.

Doña Dina, cruzando el campo de fútbol, preparaba bisteces de carne de puerco muy ricos, pero lo hacía esporádicamente.

A veces pasaban vendiendo chancletas y tamales. las chancletas son como los tamales de masa que conocemos (con pollo deshebrado dentro) pero alargados y mas delgados. Allá, los tamales incluyen una pieza entera de pollo, así que se imaginarán el tamaño.

En Morillo la que me invitaba a desayunar la mayor parte de las veces era la enfermera. Me acuerdo mucho cuando preparó tacos de cabeza de res.

La señora que vivía casi enfrente de la clínica de vez en cuando también hacía un pollo bastante rico: lo hacía a las brasas también, pero adobado. Me terminaba chupando los dedos rojos, con sus respectivas tortillas a mano. De las tortillas debo señalar que eran tortillas y no tonterías. Cada una medía lo mismo que el plato donde comía.

De Santiago Tuxtla lo que más recuerdo (y hambre) me trae son los tacos de cabeza que venden casi enfrente de la terminal de autobuses de segunda. De tortilla grande y bien surtidos. Era lo único por lo que valía la pena estar en Santiago y es lo único por lo que volvería a ir. También vendía tacos de carne de cerdo y res (maciza, cueritos, cabeza, etc); de los cuales yo pedía surtido, pero desgraciadamente les ponían demasiado hígado. Si no, también hubieran sido buenos.

De San Andrés Tuxtla lo mejor eran sin duda los tacos de Mr. Taco (o los taco del primo). Los atendía (o atiende) un norteño requemado que le dice primo a todos, bastante atento y que está pendiente del negocio. Los tacos eran de asada, barbacoa y longaniza, muy buenos; pero lo que se llevaba las palmas eran las papas horneadas-asadas con carne. Esto en la tarde-noche.
También en San Andrés hay unas tortas de cochinita pibil que se ponen por las noches cerca del kiosko que está en el mero centro. También valen mucho la pena.
Por las mañanas, la opción eran las memelas del mercado. Enormes, de distintos tipos de relleno. Mis favortias eran las de champiñones con queso y carne al pastor.

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