Siempre que viajo, vaya a donde vaya (sea un Congreso, vacaciones, trabajo o un viaje tanpequeño como ir a recoger a mi novia a su Facultad) llevo un libro conmigo. La mayoría de las veces. También me es obligatorio, cuando estoy en un lugar que aúnno conozco, visitar sus librerías y comprar algo, aunque sean libros que pueda conseguir fácilmente en Veracruz. En los útimos meses, se me ha empezado a hacer costumbre (también) pasar por la librería Gandhi en la Terminal 2 del AICM, aunque lleve la mochila repleta de libros que apenas voy a leer (cuando voy hacia mi trabajo) o repleta de libros ya leídos (cuando viajo de regreso a casa), y ya depende de mi cartera si me compro algo o me espero "a la vuelta".
Tener un libro cerca se ha convertido en un imperativo. Descubrir y apreciar las pequeñas referencias entre ellos (en el primer libro de la serie de "Percy Jackson y los Dioses del Olimpo" en algún momento Percy recibe tres perlas, junto con la frase "lo que es del mar siempre regresa al mar", misma situación y frase que aparecen en el cuento "El marinero verde", de una colección de libros que leí en mi infancia [Mi Libro Encantado] y cuyo autor no recuerdo por el momento) y las referencias en mi propia vida (leer Tokyo Blues, de Murakami, que inicia en un aeropuerto en un aeropuerto). Pequeños detalles que van más allá de la historia que estoy leyendo, piezas de un mosaico enorme que nunca dejará de crecer y adquirir nuevas formas.
Hoy, en el consultorio, veo un poco hacia atrás: Stephen King ha dejado espacio para (guiño, guiño) Joe Hill. Asimov y Herbert descansan, y entran al ruedo McMaster Bujold y Scott Card. Conan Doyle sigue dando vueltas por ahí, su Sherlock me sigue sorprendiendo con cuentos que aún no había leído. Harry Potter abrió paso a su "primo lejano" Percy Jackson. Y así. Una pequeña evolución con retrocesos y callejones sin salida, un mero botón de muestra de todo lo que me falta aún por leer.
Pero los libros continúan ahí. Ya sean arrumbados en mi librero (del que supongo luego tomaré fotos) o aplastados en mi mochila y maletas, esperando la hora de ser abiertos y compartir lo que tengan que decir.
Leo la pasión por los libros a través de tu post, que grato es compartirla.
Cuántas veces a mí también me han acompañado, y por fin he retomado la buena costumbre de cargar un libro conmigo siempre.
LoReBeLLa
20 de septiembre de 2011, 20:36