Existe una parte de la población que se molesta con el estereotipo del mexicano en el extranjero: que si somos gordos, prietos, bigotudos(as), dormimos apoyándonos en un nopal y borrachos, que si somos flojos, flatulentos y nuestra comida parece vómito con queso.
A favor de los extranjeros puedo decir que se quedan cortos. Después de ver el comportamiento de lo que cariñosamente he denominado como "La Paisanada", no me queda forma de defender al mexicano. Es espectro es amplio:
1.- Teníamos al individuo que por no dispararse a sí mismo una cerveza o un refresco, menos una comida en algún restaurante tradicional, prefería llevar botellas de agua y comida del barco, además de pedir aventón de ida y de regreso para no pagar transporte público.
2.-Ya comenté que teníamos un par de playas justo enfrente, donde solían ir a nadar bastantes personas. La falta de discreción se notaba cuando se bañaban mujeres. Allá, por lo menos, no sienten pena en usar traje de baño de dos piezas, tal vez acostumbradas a la falta de morbo de parte de la gente de su mismo país, pero La Paisanada se daba vuelo tomando fotografías (¡ algunos compraron cámaras específicamente para eso!). El colmo fue cuando fotografiaban niñas claramente menores de edad, sólo porque usaban traje de baño. Los que no tenían cámara no tenían tampoco tapujos para quedarse mirando fijamente, del modo más creepy posible.
3.-La Paisanada no tiene problemas para comunicarse. Además de que los lugareños hablan español de una forma más que decente, hubo quien trataba de ayudarlos simplificando aún más el lenguaje. A la pregunta de "Usted, ¿dónde trabaja?", expresada por un policía en un español bastante bueno, la respuesta fue "Yo trabajar plataforma grande", haciendo a la vez la seña de al altura de la plataforma. El policía no se rió, el resto de nosotros si. "Tu quedar aquí, yo ir por dinero" dijo otro, mientras negociaba con un comerciante.
4.- Y no falta el Paisano más vivo que todos. Uno de "los nuestros" le pidió a un lugareño comprar tarjetas telefónicas (que costaban 10 florines, algo así como 70 pesos, o 6 dólares, según el tipo de cambio local). Después de traerlas, (ya que los lugareños no conocían nuestras mañas, además de ser bastante educados y tienen un afán por ayudar a los demás digno de admirarse), el vivo (al que llamaré Melengüez) se las arrebató de la mano, diciendo que él se las iba a vender a la tripulación. Obviamente, Melengüez llegó diez minutos después con el cuento de que se las habían quitado entre todos, que no se acordaba quién le debía cuánto y que con 60 florines quedaban a mano. Todavía encontró las gónadas para decir que él tuvo que poner de su propio dinero (unos cuantos pesos mexicanos, totalmente inútiles en Curazao) para "acompletarle" al otro, que ni modo, que esas cosas pasan.
5.- Curazao es caro. Todo se cobra por lo regular en dólares. Y claro, ésa era la queja más común. Se quejaban de que todo estaban muy caro para comprar recuerdos a la familia y así, pero no les importaba gastar 30 pesos en una cerveza más pequeña que una lata. Eso sí, el último día a pedir prestado para ahora sí, comprar cosas para la familia, porque, ¿cómo iban a llegar con las manos vacías?
6.- Ante una señora con su hija, no podía faltar el clásico grito de "¡Suegra!". Olvidando, por un momento, que entienden el español. Pero somos mexicanos: nos vale madre.
7.- Otro movimiento clásico: aprovechar que una familia quería pasar tranquilamente una tarde en la playa para ir a pedirles cerveza y comida, quedándose con ellos, aprovechando la hospitalidad. Total, para eso están.
Pequeños disgustos, pequeñas anécdotas que tal vez estoy haciendo demasiado grandes, pero me da coraje. No por la forma en que nos ven en el extranjero, sino la forma en que nos presentamos.
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