177.6 El libro vs el e-book

Desde un tiempo para acá se ha venido suscitando un falso debate sobre la extinción del libro tradicional, cuyo lugar sería tomado por el libro electrónico o e-book.

Los defensores a ultranza de las nuevas tecnologías (lo cual no tiene nada de malo) enlistan todas las bondades, bastante ciertas, de los lectores de libros electrónicos y de los e-book: almacenamiento, costos, facilidad para encontrar una obra determinada, referencias en línea, manejabilidad del contenido, herramientas para facilitar la lectura y la novedad de poseer estos gadgets, entre otras. No son pocos los que afirman que el libro tradicional está en vías de extinción.

No estoy de acuerdo con ésta postura, la cual la veo asentada en un extremo del debate. Soy de la opinión de Umberto Eco, quien precisa que los libros [tradicionales] no pueden extinguirse. Son como las cucharas, la escalera, la rueda: un diseño simple pero extremadamente funcional. Se puede variar el diseño, el material, la presentación, pero en lo esencial siguen siendo iguales.

Cabe señalar que la extinción del libro se ha venido vinculando desde siempre con la aparición de nuevas tecnologías de entretenimiento e información: televisión, radio e internet. En ninguno de los casos el libro ha sido desechado (relegado, si; pero desechado como objeto inservible o indeseable, nunca).

Un punto a señalar es la perdurabilidad de los libros. Los libros tradicionales, por muy longevos que sean, comienzan a descomponerse desde su creación. Nuestros libros, sin cuidados suficientes, se pudren en nuestras bibliotecas. Como nota, les puedo decir con absoluta honestidad que me estremezco de pensar en el futuro de mi biblioteca particular: los libros que leí durante mis primeros años de lectura tiene ya las hojas amarillentas, y el pegamento del lomo está perdiendo su cohesión; son ediciones baratas, libros de bolsillo con mis primeras lecturas de vampiros (Anne Rice, como toda una generación de lectores en México), ciencia ficción y obras de Stephen King, cuyo valor monetario nunca fue elevado, pero cuyo valor sentimental está por los cielos.

Lo mismo sucede con los libros de todos, al mismo tiempo. Al igual que sucede con el hombre, el tiempo es el encargado de reducir los libros a polvo.

Esta parece ser la mayor ventaja de los e-book. ¿Se te perdió o borró el archivo? Con dos clicks lo tienes de vuelta, completo y por un costo insignificante. El compartir archivos siempre será más seguro que prestar un libro ("porque los libros, como la vieja, no se prestan" o el menos prosaico "los libros tienen orgullo, una vez que se prestan jamás regresan").

La desventaja de los e-books y sus lectores es, como bien se señala, que necesitan un enchufe para funcionar. ¿Qué sucedería si ocurriera un apagón de grandes proporciones o peor aún, internet resultara no ser tan eterno como se piensa? Además, como se ha comprobado con los discos de 3 1/2, los discos compactos, los discos laser y demás formatos electrónicos, la perdurabilidad de la información almacenada fuera de la red es bastante corta.

Al principio mencioné que es un falso debate el elegir entre los libros tradicionales y los electrónicos. Con las ventajas y desventajas de cada uno la opción que considero correcta es la opinión de que ambos formatos serán igual de necesarios y populares en el futuro. Las nuevas generaciones, sobre todo, estarán en contacto con los lectores y libros electrónicos, poco familiarizados (de por sí) al libro tradicional, mismo que se verá apoyado por los eternos románticos, los bibliotecarios, los encargados de archivar la historia y los curadores de los museos y sobre todo el insustentable tercer mundo, en donde el libro tradicional será la forma óptima de transmitir los conocimientos en aquellos lugares donde la tecnología aún es un lujo.

El futuro del libro tradicional parece oscurecerse, pero de ahí, a desaparecer, existe un trecho que considero insalvable.

Dejo el enlace a la noticia en La Jornada que dio vida a éste post: Ouverture, el libro no morirá.