"El patriotismo es la virtud de los depravados."
-Wilde
"El árbol de la libertad debe ser regado, de cuando en cuando, con la sangre de los patriotas y traidores."
-Pintada
Formo parte de el extenso grupo de personas que decidió no celebrar el Bicentenario. Si, salí con mi novia y mi cuñada a tomar un par de cervezas y vimos los fuegos artificiales en el boulevard, pero más allá de mi guayabera no cumplí con el atavío tricolor característico, ni me pinté el rostro ni grité "¡Vivas"! a los cuatro vientos. Y no, no es por amargado. Es porque siento que no hay mucho que celebrar, a pesar de la solemnidad de esos impresionantes números redondos.
No tengo ningún inconveniente en señalar algo que a mi me parece obvio: el mexicano desciende de generaciones y generaciones de perdedores. Desafortunados, si lo prefieren. Que no me brinque ninguno para increparme la grandeza de la civilización azteca y/o maya, porque sé que fueron grandes. Que nadie me hable de la dignidad de nuestros indígenas y la pureza de su pensamiento, porque sé que esos indígenas están en la sierra o en nuestras calles, muriéndose de hambre, pero eso sí, con su "dignidad" intacta. Y no me hagan empezar con los conquistadores españoles de la espada o la biblia, que no falta el que se siente europeo por tener menos melanina en la piel que su vecino (si a ésas vamos, mi piel es casi transparente, me quemo al primer rayo del sol y mi barba tiene coquetones cabellos rojizos, además, en los aeropuertos me hablan en inglés), como si "ser europeo" o "parecer europeo" fuera un halago. No me hablen tampoco de historias de sacerdotes abnegados, de próceres de la patria, de héroes desinteresados, porque esos no han existido nunca.
No falta el que demuestra su estupidez creyendo que "indio" o "indígena" son insultos. Por lo regular son los mismos que querían ser españoles cuando España ganó el Mundial de fútbol y que hoy si son bien mexicanos, con sus bigotes y trenzas falsas, sus sombreros charros y las mejillas pintarrajeadas con los colores de la bandera, ignorando que la base de los movimientos sociales que celebran fueron ésos indígenas.
Nos movemos entre el patrioterismo y el cinismo con velocidad alarmante. No todos, pero me incluyo, porque por ratos he fallado en aprenderme la historia de mi propio país. El grueso de la población se queda con la versión oficial, con el pan y circo de todos los años. El resto, los cínicos y los mexicanos, son minoría. Los cínicos saben que no hay nada que celebrar y lo gritan. Celebran su autosuficiencia llamando ignorantes a los demás y el que no está con ellos es un idiota, un vendido, un esquirol del gobierno. Hay que tener cuidado con ellos, porque son los que piden sangre a cada rato y de vez en cuando la obtienen.
De ahí quedan a los que yo llamo mexicanos: los que salen a trabajar y pagan impuestos. Los que escriben sus quejas con una ortografía que me hacen reconocer el buen trabajo de sus maestros. Los que dejan las historias oficiales a un lado y relacionan causas y efectos. Los que dejan celebrar a los demás, aunque ellos no celebren, porque saben que hay quien piensa que celebrar en estos momentos es más una necesidad que un privilegio. Son los que saben disfrutar la fiesta sin caer en extremos. Son los que se cuestionan a sí mismos. Los que conocen el concepto de "relatividad cultural" y lo practican. Los que no se sienten representantes de la raza azteca ni extranjeros, que aceptan su nacionalidad como lo que es: un evento fortuito. Nadie pide nacer en México. Así, sin autoetiquetarse, sin estar henchidos de orgullo o desprecio como los demás, sin llamarse a sí mismos patriotas, hacen de éste un país mejor. Más aceptable. Por desgracia son los menos.
No celebro el Bicentenario porque no siento que deba "celebrar a México". Prefiero celebrar a las personas que quiero, y que ellos sean libres de celebrar como quieran. Los que acepten o no, que no hay nada que celebrar. Que no viva México. Vivan ustedes, vivamos todos.
0 Response to "178 Bicentenario del inicio de la Independencia"
Publicar un comentario