Por lo regular suturar me resulta tranquilizante. Aunque en el internado me denominaban "El trasatlántico" (por aquellos de los seis nudos por hora), me gusta disfrutar el proceso mecánico que implica cerrar una herida.
Estando a bordo llegó un ingeniero. Tenía una cortada poco profunda y no muy grande entre los dos primeros nudillos. La sangre no dejaba de salir, aunque eventualmente cicatrizaría sin necesidad de nada. Pero, como requería seguir trabajando ya que el turno aún no terminaba, decidí darle un punto de sutura para que dejara de sangrar.
Preparé mi material, limpié la herida, afronté bordes y...
...descubrí que había olvidado por completo el vaivén del barco.
Deberían darme puntos extra de experiencia por la dificultad.
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