135.1 El mexicano y el servicio médico

Hay algo que he encontrado perturbador en mi vida como médico, tanto intrahospitalario como en la comunidad: el mexicano tiene cierto sentido de ser necio a la de a huevo.

El paciente siempre sabe más que el médico. En cierto sentido es cierto, porque sólo el paciente sabe el grado de dolor y puede decir qué síntomas tiene; el problema es cuando el paciente cree saber más que el médico en cuanto al tratamiento o los estudios de laboratorio. "No doctor, no me terminé las pastillas porque fíjese que ya me siento bien" o "Uy, no doctor, no me hice el exámen ése porque mi compadre me dijo que uno así se vuelve maricón". El mexicano no confía en sus médicos, ¿tendrá razón?, ¿nos habremos vuelto tan ávaros, tan maliciosos que ni nuestros pacientes nos tienen confianza?

En la UMR me di cuenta de un patrón que me está provocando gastritis (en serio): el pastilleo.

Paciente:"Doctor, vengo por una pastilla para el dolor de panza".
Dr. Humbert: "De acuerdo, pero me gustaría interrogarlo, explorarlo y hacerle un estudio para determinar porqué le duele la panza".
Paciente: "No, doctor, sólo vengo por la pastillita, ya sé que la pastillita me quita el dolor".
DRH: "Sí, pero me gustaría saber porqué le duele la panza"
Paciente: "Pues porque no me he tomado la pastillita"
DRH: "ARRGGHHH!!!"

La gente de rancho es de la que mejor come en el país (aunque parezca paradójico) en lo que se refiere a aportes nutrimentales: si bien tienden a exagerar en irritantes y grasas de origen animal, comen pocos alimentos procesados, comen frutas y verduras al por mayor (todas del mismo día, sin conservadores), toman aguas naturales y sus alimentos son frescos al más no poder. Además, trabajan todo el día, no fuman, no beben alcohol en exceso, duermen a sus horas y respiran aire fresco.

Claro que la forma de preparar sus alimentos dejan mucho que desear higiénicamente hablando. Esto es importante por otro problema común de las comunidades rurales.

Paciente: "Doctor, fíjese que vengo por unas vitaminas"
Dr Humbert: "¿Y para qué las quiere?, ¡usted come mejor y más sano que yo!"
Paciente: "Pues sí, pero fíjese que me siento cansado todo el día, tengo fiebre y me duele el cerebro (así le dicen al dolor de nuca)"
Dr. Humbert: "Mire, esta región es conocida por su tifoidea, para mí que eso tiene y me gustaría comprobarlo con un estudio de sangre"
Paciente: "No, doctor, sólo vine por mis vitaminas, fíjese que me las daba el otro doctor y con eso me componía"
DRH: "Si, lo sé, pero si no determinamos si tiene o no tofoidea, cada vez que se acabe las vitaminas va a volver a sentirse mal"
Paciente: "Pues vuelvo a regresar (por más vitaminas)"
DRH: "Pero ése no es el caso, las vitaminas se obtienen de los alimentos frescos, y lo que necesitamos es vencer la tifoidea y darle antibiótico".

Pasa el tiempo, y una semana después, en otra consulta, mismo paciente:

DRH: "¿Se tomó el exámen de sangre que le pedí?"
Paciente: "No doctor, fui con un médico particular y me recetó unas vitaminas" (En éste punto sé que no fue con un médico particular, sino que fue a la farmacia y pidió vitaminas), "fíjese que ya me siento mejor, sólo vine porque tengo un poco de diarrea"
DRH: "AAARRGGGHHHH!!!!!!" (dolor de cabeza + fiebre + cansancio + diarrea + comunidad con alto índice de tifoidea = pb. tifoidea)

El mexicano cree que por que le descuentan impuestos para el Seguro Social (ciudad) o un servicio de primer nivel le sale gratis (comunidades + IMSS Oportunidades) se encuentra en su derecho de exigir cosas aún fuera del alcance del médico. Como ayer, que murió don Inocencio y me fueron a pedir dos cosas: el nombre de un líquido para embalsamar y que yo embalsamara el cadáver porque una funeraria les cobraba 2,000 pesos, (es decir, como yo soy el médico pasante, yo debo saber embalsamar y no cobrar por ello, porque según ellos, y aunque se les expliqué dos o tres veces, eso forma parte de mi trabajo). Y aún así creo quedaron resentidos porque "no hice mi trabajo".

Uno de mis recuerdos del internado es la gente (cosa rara, casi siempre señoras, no sé porqué) que se quejaban amargamente de "que sus impuestos me daban de comer" y no se les atendía de forma adecuada. Cabe señalar que aparentemente ésa "forma adecuada" consistía en un médico pegadas a ellas las 24 hrs con enfermeras especializadas al pendiente nada más de ella, sin contar los otros 40 pacientes en piso. Por más que se les explicara que yo, como interno, no recibía mi beca de los impuestos de los pacientes, que los 450 pesos a la quincena que recibía no me daban de comer, que además a mi también se me descontaba para el seguro médico (un pago casi simbólico, pero aparecía desglosado en mi cheque) y que además tenía otras 39 almas que atender y revisar, parecía que no entendían ni pico de lo que yo decía. Ganaba más el deseo de seguir neceando respecto a lo que significa estar en un hospital de gobierno.

Es decir, las explicaciones del médico quedan a un lado, pero cuando algo grave sucede, el que queda mal es el médico "porque no le explicó a tiempo las consecuencias de sus actos" a las personas. O el médico "se portó de forma grosera". O el médico "no cumplió con el trabajo por el cual se le pagan esos chequesotes con tantos ceros".

Anteriomente me he quejado de la gente que no sabe cual es su lugar como paciente, de los familiares que piensan que llegan a un hotel y no a un hospital y de la gente que piensa que molestando al director de un hospital recibirá mejor tratamiento (¿verdad, madre?): actos cotidianos en un hospital que demuestran la necedad del mexicano respecto a su servicio de salud.

Próximamente: cruzaré la línea marcada por el Juramento Hipocrático hablando de las actitudes médicas que perjudican tanto la imagen del galeno en nuestro medio. 

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