Mi mejor amiga, quien también es Pasante en SS, se casó hoy. Fue un noviazgo de los buenos, de cinco años, sin altibajos graves conocidos y con ambos luchando a brazo partido para salir adelante. La boda fue precisamente producto de su noviazgo, porque estuvo llena con los detalles de un amor sumamente edificante.
La locación fue Tlacotalpan, ése pueblo declarado patrimonio de la Humanidad, con sus calles perfectamente delineadas y los miles de arcos que adornan las fachadas. La iglesia fue la de la Candelaria, la que se encuentra enfrente de la Catedral, la azul. Incluso el clima de octubre fue benigno. Aunque estaba pronosticado mal tiempo, salió el sol de forma casi irrespetuosa.
Llegué con Zab un par de horas antes, para arreglarnos con tiempo. Llegamos a la hora a la misa, la cual fue como debe de ser: corta, sin adornos innecesarios, sin un sermón lleno de consejos anacrónicos ni una conglomeración de feligreses.
Él lucía su traje de saco negro, con chaleco y pantalones grises. Ella lucía preciosa en su traje de novia, de manga corta, tocada con un velo corto.
Lo mejor fue la recepción, en el salón Las Ninfas. De entrada, torito para aquellos que quisieran. Pasamos a acomodarnos en las mesas. Éramos cerca de 200 invitados, entre familiares, amigos, compañeros de la Facultad, la Rondalla de la Facultad de Medicina de la UV (de la cual ambos fueron miembros) e invitados. Tras una corta espera, los novios entraron al salón. La música que los acompañó en su entrada a la recepción fue "All you need is love", lo cual decía casi todo.
El video con las fotos de los padres de ambos novios (bien hippies los cuatro progenitores, ellos con un ahora inexistente cabello largo, y la moda de los 70´s en su esplendor), seguido por las fotos de ellos, primero por separado y luego juntos ("There are places I remember, All my life..."). En las fotos aparecían con ese brillo en los ojos que denuncia el enamoramiento.
Las palabras de los padres, de las dos parejas, deseando buena suerte a los novios. El brindis y los deseos de felicidad a los recién casados.
La comida estuvo genial: tortilleros en cada mesa y para servirse había cochinita pibil, tinga de pollo, costilla de cerdo en salsa verde, puntas de res al albañil, espaguetti, ensalada griega, frijoles, calabazas gratinadas. Todo delicioso. Acompañadas de agua de jamaica u horchata. Verán, S, la novia, siempre ha sido defensora de la originalidad y de las tradiciones mexicanas. Y su boda fue predicar con el ejemplo. También hubo tequila y whiskey, para que no hubiera quejas.
Vino el ramo, pero Zab no quiso ir a tratar de atraparlo. Después vino el liguero, y ahí estaba yo, justo en medio de la compactada masa de varones, después de un primer intento fallido. Ése liguero estuvo sujeto en la pierna de mi mejor amiga, a la cual conozco desde la primaria, estuvimos juntos todo el bachillerato y la carrera, además de estar en la misma zona en el Servicio Social; ¿en verdad creían que iba a dejar que alguien más lo agarrara?
Una de las tantas sorpresas fue ver al padre del novio cantar y tocar la guitarra. Ahora ya sé de dónde sacó el gusto por la música, la cantada y la pulsación de cuerdas. Para no quedarse atrás, el novio le cantó a la novia, con la voz privilegiada que tiene.
Es agradable ir a bodas así, donde las sorpresas no son sólo para los novios, sino también para los invitados. Me encantó ver que los cuatro padres participaban de forma activa, le añadieron la sensación de unión familiar que a veces parece hacer tanta falta.
Espero que el resto del matrimonio sea tan sorprendente y grato como lo fue la boda.
La locación fue Tlacotalpan, ése pueblo declarado patrimonio de la Humanidad, con sus calles perfectamente delineadas y los miles de arcos que adornan las fachadas. La iglesia fue la de la Candelaria, la que se encuentra enfrente de la Catedral, la azul. Incluso el clima de octubre fue benigno. Aunque estaba pronosticado mal tiempo, salió el sol de forma casi irrespetuosa.
Llegué con Zab un par de horas antes, para arreglarnos con tiempo. Llegamos a la hora a la misa, la cual fue como debe de ser: corta, sin adornos innecesarios, sin un sermón lleno de consejos anacrónicos ni una conglomeración de feligreses.
Él lucía su traje de saco negro, con chaleco y pantalones grises. Ella lucía preciosa en su traje de novia, de manga corta, tocada con un velo corto.
Lo mejor fue la recepción, en el salón Las Ninfas. De entrada, torito para aquellos que quisieran. Pasamos a acomodarnos en las mesas. Éramos cerca de 200 invitados, entre familiares, amigos, compañeros de la Facultad, la Rondalla de la Facultad de Medicina de la UV (de la cual ambos fueron miembros) e invitados. Tras una corta espera, los novios entraron al salón. La música que los acompañó en su entrada a la recepción fue "All you need is love", lo cual decía casi todo.
El video con las fotos de los padres de ambos novios (bien hippies los cuatro progenitores, ellos con un ahora inexistente cabello largo, y la moda de los 70´s en su esplendor), seguido por las fotos de ellos, primero por separado y luego juntos ("There are places I remember, All my life..."). En las fotos aparecían con ese brillo en los ojos que denuncia el enamoramiento.
Las palabras de los padres, de las dos parejas, deseando buena suerte a los novios. El brindis y los deseos de felicidad a los recién casados.
La comida estuvo genial: tortilleros en cada mesa y para servirse había cochinita pibil, tinga de pollo, costilla de cerdo en salsa verde, puntas de res al albañil, espaguetti, ensalada griega, frijoles, calabazas gratinadas. Todo delicioso. Acompañadas de agua de jamaica u horchata. Verán, S, la novia, siempre ha sido defensora de la originalidad y de las tradiciones mexicanas. Y su boda fue predicar con el ejemplo. También hubo tequila y whiskey, para que no hubiera quejas.
Vino el ramo, pero Zab no quiso ir a tratar de atraparlo. Después vino el liguero, y ahí estaba yo, justo en medio de la compactada masa de varones, después de un primer intento fallido. Ése liguero estuvo sujeto en la pierna de mi mejor amiga, a la cual conozco desde la primaria, estuvimos juntos todo el bachillerato y la carrera, además de estar en la misma zona en el Servicio Social; ¿en verdad creían que iba a dejar que alguien más lo agarrara?
Una de las tantas sorpresas fue ver al padre del novio cantar y tocar la guitarra. Ahora ya sé de dónde sacó el gusto por la música, la cantada y la pulsación de cuerdas. Para no quedarse atrás, el novio le cantó a la novia, con la voz privilegiada que tiene.
Es agradable ir a bodas así, donde las sorpresas no son sólo para los novios, sino también para los invitados. Me encantó ver que los cuatro padres participaban de forma activa, le añadieron la sensación de unión familiar que a veces parece hacer tanta falta.
Espero que el resto del matrimonio sea tan sorprendente y grato como lo fue la boda.
Gracias Mau Mau! .. hermoso relato =)
TQM... Atte: Bichü
Anónimo
11 de noviembre de 2009, 20:46