Fue el jueves cuando me enteré del brote de Influenza que está afectando al país. Fue en el noticiero de López Dóriga, que juro no volver a ver. Entre las acusaciones entrecortadas de otro sacerdote pederasta y la senadora Clinton en una majestuosa diatriba contra la burocracia mexicana llena de tintes ocupacionistas, la noticia de que un mortal virus de gripe estaba matando a decenas de personas en el DF y Estado de México. Las primeras impresiones que corrieron por mi mente fueron aquellas de la historia olvidada de la Primera Guerra Mundial: la Gripe Española, la cual, oculta de las noticias por los gobiernos involucrados en guerra, fue una de las mayores epidemias ocasionadas por el virus de la influenza en el mundo entero, con millones de casos sospechosos y con una cifra mínima de 25 millones de personas muertas por ésta enfermedad.
Así es, la influenza es un viejo conocido de la humanidad desde hace bastante tiempo, y siempre ha logrado causarnos bajas impresionantes mientras sus mutaciones la liberan de nuestro muy limitado arsenal inmunológico.
Como miembro de un equipo médico muy deficiente (léase Médico encargado de UMR, Pasante de Servicio Social y Programa IMSS Oportunidades, Sector Salud y demás al mismo tiempo), sentí horror. No por las imágenes de los pabellones repletos de moribundos que acompañaron mis recuerdos de la pandemia de 1918, sino de la magnitud que se imprimía en la noticia: López Dóriga (a quien ya no respeto como comunicador) no dejaba de alarmar a la población, mientras hacía múltiples referencias a la junta que Calderón sostenía con su equipo. Al final, el Secretario de Salud dio las recomendaciones que todo médico que haya cursado a medias neumología y microbiología le da a cada paciente con cuadro gripal: descansar, no saludar a las personas, estornudar tapándose la boca, no automedicarse y acudir al doctor si la gripe es severa. Caray, creo que eso se estipuló en cada libro de medicina desde 1918. El Secretario de Salud no dejaba de asegurar que mandaría las vacunas, los antivirales, los antibióticos, los analgésicos y antipiréticos necesarios para combatir el brote, que prepararía las estrategias necesarias para evitar la propagación viral y que todo estaba controlado.
"¡Dios Mío!", exclamé de una forma meramente simbólica, ya que soy ateo, "¡al fin nos van a enviar el paracetamol que llevamos dos meses reportando como terminado!", pensé, ya que el paracetamol es el único analgésico y antipirético que parece manejan las UMR. "¡Al fin llegarán las vacunas de influenza que venimos solicitando desde hace tiempo!" pensé en un segundo intento; y lo más importante: "¡Al fin la gente va a empezar a cuidarse de la gripe como se debe!", me dije.
En el transcurso de los dos días cada minuto alguien hacía referencia de la epidemia por la tele: repetían los síntomas (los cuales son idénticos a los de una gripe vulgar, sólo que tal vez un poco aumentados), la forma de evitar el contagio, recordando a medio mundo que los besos estaban prohibidos (¡y en plena primavera!) al igual que las reuniones sociales que no fueran estrictas. El número de muertos aumentaba con cada mensaje, y se identificó al culpable: un virus mutante porcino adolescente ninja...o algo por el estilo, para el cual la vacuna no servía, y lo único que parecía proteger a la gente de su mortal abrazo eran...los cuidados básicos de una gripe.
El terror disparado por los noticieros dio en el blanco: la gente llegó pidiendo la vacuna, pidiendo antibióticos (por alguna extraña razón seguían pidiendo vitaminas), inconformes ante el hecho que aún no había llegado el biológico ni el medicamento, ya que la gripe estaba tocando las puertas de El Zapotal, sin duda alguna transportada por los vientos defeños del centro. Tranquilizarlos fue cosa más o menos sencilla, sólo les dije que tenían que cuidarse de los cambios de temperatura, descansar si se sentían mal y tratar la enfermedad como se trata...a la gripe. Unos momentos después de mi cuenta de lo inútil de mi intento de tranquilizar, no porque no funcionara, sino porque la gente se deja llevar por la tele más que por la razón. Por ahí de la una de la tarde me llevaron a una niña que tenía tos desde hace dos días, cuya madre ve los noticieros y estaba al tanto del brote y aún así decidió que la niña fuera a la escuela...a contagiar al resto de los niños. Cuando le pregunté si sabía del brote, me dijo que sí. Al parecer no le importaba si su niña infectaba a otras personas.
El terror hacía su parte. La desinformación hacía la otra. No dudo de que el brote sea grave. Lamento muchísimo los desafortunados fallecimientos alrededor de este mal. Lamento aún mas el plan tan improvisado de contingencia, el mal gobierno, la mala distribución de medicamentos y vacunas...en fin, demasiadas cosas; pero no dejo de asombrarme de la ironía: tanto tiempo advirtiendo de los peligros de no cuidarse una gripa (como bien decía mi madre) y ahora la gripe nos está volviendo locos.
Digno de una película hollywoodense de terror. Traigan a los zombies, aunque dudo que encuentren materia encefálica de éste lado de la frontera.
Así es, la influenza es un viejo conocido de la humanidad desde hace bastante tiempo, y siempre ha logrado causarnos bajas impresionantes mientras sus mutaciones la liberan de nuestro muy limitado arsenal inmunológico.
Como miembro de un equipo médico muy deficiente (léase Médico encargado de UMR, Pasante de Servicio Social y Programa IMSS Oportunidades, Sector Salud y demás al mismo tiempo), sentí horror. No por las imágenes de los pabellones repletos de moribundos que acompañaron mis recuerdos de la pandemia de 1918, sino de la magnitud que se imprimía en la noticia: López Dóriga (a quien ya no respeto como comunicador) no dejaba de alarmar a la población, mientras hacía múltiples referencias a la junta que Calderón sostenía con su equipo. Al final, el Secretario de Salud dio las recomendaciones que todo médico que haya cursado a medias neumología y microbiología le da a cada paciente con cuadro gripal: descansar, no saludar a las personas, estornudar tapándose la boca, no automedicarse y acudir al doctor si la gripe es severa. Caray, creo que eso se estipuló en cada libro de medicina desde 1918. El Secretario de Salud no dejaba de asegurar que mandaría las vacunas, los antivirales, los antibióticos, los analgésicos y antipiréticos necesarios para combatir el brote, que prepararía las estrategias necesarias para evitar la propagación viral y que todo estaba controlado.
"¡Dios Mío!", exclamé de una forma meramente simbólica, ya que soy ateo, "¡al fin nos van a enviar el paracetamol que llevamos dos meses reportando como terminado!", pensé, ya que el paracetamol es el único analgésico y antipirético que parece manejan las UMR. "¡Al fin llegarán las vacunas de influenza que venimos solicitando desde hace tiempo!" pensé en un segundo intento; y lo más importante: "¡Al fin la gente va a empezar a cuidarse de la gripe como se debe!", me dije.
En el transcurso de los dos días cada minuto alguien hacía referencia de la epidemia por la tele: repetían los síntomas (los cuales son idénticos a los de una gripe vulgar, sólo que tal vez un poco aumentados), la forma de evitar el contagio, recordando a medio mundo que los besos estaban prohibidos (¡y en plena primavera!) al igual que las reuniones sociales que no fueran estrictas. El número de muertos aumentaba con cada mensaje, y se identificó al culpable: un virus mutante porcino adolescente ninja...o algo por el estilo, para el cual la vacuna no servía, y lo único que parecía proteger a la gente de su mortal abrazo eran...los cuidados básicos de una gripe.
El terror disparado por los noticieros dio en el blanco: la gente llegó pidiendo la vacuna, pidiendo antibióticos (por alguna extraña razón seguían pidiendo vitaminas), inconformes ante el hecho que aún no había llegado el biológico ni el medicamento, ya que la gripe estaba tocando las puertas de El Zapotal, sin duda alguna transportada por los vientos defeños del centro. Tranquilizarlos fue cosa más o menos sencilla, sólo les dije que tenían que cuidarse de los cambios de temperatura, descansar si se sentían mal y tratar la enfermedad como se trata...a la gripe. Unos momentos después de mi cuenta de lo inútil de mi intento de tranquilizar, no porque no funcionara, sino porque la gente se deja llevar por la tele más que por la razón. Por ahí de la una de la tarde me llevaron a una niña que tenía tos desde hace dos días, cuya madre ve los noticieros y estaba al tanto del brote y aún así decidió que la niña fuera a la escuela...a contagiar al resto de los niños. Cuando le pregunté si sabía del brote, me dijo que sí. Al parecer no le importaba si su niña infectaba a otras personas.
El terror hacía su parte. La desinformación hacía la otra. No dudo de que el brote sea grave. Lamento muchísimo los desafortunados fallecimientos alrededor de este mal. Lamento aún mas el plan tan improvisado de contingencia, el mal gobierno, la mala distribución de medicamentos y vacunas...en fin, demasiadas cosas; pero no dejo de asombrarme de la ironía: tanto tiempo advirtiendo de los peligros de no cuidarse una gripa (como bien decía mi madre) y ahora la gripe nos está volviendo locos.
Digno de una película hollywoodense de terror. Traigan a los zombies, aunque dudo que encuentren materia encefálica de éste lado de la frontera.
Agudo y mordaz como siempre, mi estimado. Desde hace días deseaba saber cómo afectaba en la más básica conformación poblacional y lejana comunidad (lease el Zapotal) todo esto del virus. Es una amenaza real, si. Es dificil de identificar, si. El problema serio no es tanto el virus, sino la lacerante y terrible realidad de la incapacidad de los servicios de salud para responder efectivamente a una emergencia.
Aquí en los institutos nacionales se viven cosas diferentes: hay vacunas para el personal medico, pero son vacunas que sirven para un pepino, ya que el dichoso virus porcino pues... es eso, un virus porcino y no lo cubre la bendita vacuna. Tambien hay cubrebocas de alta seguridad, medidas de contención, antivirales como oseltamivir y a veces hasta amantadina. Pero eso es en el muy reducido espacio de los grandes hospitales. Diría que el 98% de la población está desprotegida.
Aquí se han manejado en los servicios de infectología dos corrientes: que esto se va a contener, que no será mayor la amenaza, y la otra, mas aceptada, que se va a poner feo el asunto. Aguas Humbert, solo podemos hacer lo que podemos hacer. Ni mas ni menos. Solo 20 de las 68 muertes se han confirmado por la influenza de puerco (mmm, suena a: ¡me agriparon como puerrrrco! QEPD). Te deseo la mejor de las suertes en tu pueblo contra la histeria jarocha (creo que es una clasificación valida), contra la desinformación televisiva y demas monstruos a los que sueles enfrentarte solo. Un abrazo
Feco
25 de abril de 2009, 6:05
¿Qué es lo que nos puede matar de una gripe? se que la pregunta puede parecer tonta o ilogica, teniendo en cuenta las muertes que a ocasionado antes, aun asi, tengo esa duda, ¿Es debido a las altas temperaturas que la suelen acompañar o acaso ataca a algun organo vital?
Lymeth
26 de abril de 2009, 13:27
No, rara vez la temperatura alta o el debilitamiento matan en el caso de una gripe; lo que suele matar son las complicaciones: con el debilitamiento de las paredes internas de los pulmones las infecciones bacterianas y oportunistas están a la orden del día, y ésas si son mortales, necesitan antibióticos potentes, mucho reposo y un poco de suerte.
Una gripa (o influenza, dado el caso) mal cuidados pueden llevar a una neumonía fulminante.
Humbert C. Christopher
26 de abril de 2009, 14:33