De pequeño, y hasta la fecha, me gusta leer los libros recopilatorios que tienen títulos como "Los Grandes Misterios de la Historia" o "Grandes Desastres" u otros parecidos que me anuncien que estoy a punto de disfrutar de grandes tragedias o de misterios insondables para todos excepto para aquellos que los vivieron. En mi juventud, alguna vez leí la historia de uno de los mas grandes misterios en la historia de la Marina Británica: el destino final de la última expedición de John Franklin.
La llamada Expedición Franklin de 1846 fue otro intento por alcanzar el mítico Paso del Noroeste, que permitiría viajar del Atlántico al Pacífico desde el norte de Canadá. Para esto, no se escatimaron gastos para la Expedición, reforzando los buques HMS Erebus y HMS Terror (¡nombres magníficos para barcos exploradores!) con las mejores maderas, instalándoles motores de ferrocarril para atravesar a fuerza pura el hielo y el más grande avance tecnológico de la época: comida enlatada para varios años.
La Expedición tuvo un sino incierto desde el principio: en 1846 tuvieron que enterrar a tres marineros quienes fallecieron a causa de la tisis (tuberculosis) complicada con neumonía. Las tumbas fueron encontradas en la isla Beechey, posteriormente. El 12 de septiembre de 1846 ambos barcos fueron atrapados en una banquisa de hielo, quedándo firmemente estrechados por el hielo durante más de dos años, en los cuales varios oficiales y marineros, entre ellos el mismo John Franklin, fallecieron. No se sabe nada de las causas, pero lo impactante (y terrorífico) vendría después. En la nota que anunciaba la muerte de Franklin, fechada 25 de abril de 1848, Couzier y Fitzjames, los capitanes de ambos barcos, también anunciaban que las tripulaciones habían abandonados las embarcaciones y se dirigían hacia el sur, al río Back.
Años después, cuando las expediciones de rescate arribaron al Ártico, lo que encontraron desconcertaría al mundo hasta mucho tiempo después: los cadáveres de la tripulación, conservados en hielo, mostraban signos de alteraciones neurológicas, algunos estaban destrozados, otros con marcas de mordidas humanas y algunos otros enterrados de forma debida, asímismo, en el recorrido final de la tripulación, se descubrió que habían arrastrado consigo ( y durante kilómetros y kilómetros de hielo, nieve y ventisca, cosas tan inútiles como peines, vajillas, cristalería e inclusive un pesado escritorio de roble, mientras atrás habían dejado provisiones y elementos básicos de supervivencia.
¿Qué pudo haber impulsado a las tripulaciones del Erebus y del Terror a tomar cosas tan pesadas y poco prácticas y dejar el aviuallamiento detrás garantizando su muerte? No se sabe.
Una de las últimas teorías, y de las más fuertes, es aquella que dice que la comida les ocasionó envenenamiento en dos fases distintas: la primera por escorbuto (que no es envenenamiento, sino avitaminosis) bastanta rápida, y la otra por plomo, mucho más lenta. Los alimentos enlatados distaban mucho de ser frescos o conservarse, y la soldadura pudo haber transportado el plomo a los alimentos y de ahí a los organismos de los hombres.
El escorbuto produce deficiencias en el colágeno, traduciéndose con diversos padecimientos como evacuaciones diarréicas con sangre, vómitos dificiles de controlar, sangrado capilar, caída de los dientes y falta de coagulación, aún a bajas temperaturas. El envenamiento por plomo ocasiona daño neurológico y cambios de conducta. Ahora, estos dos padecimientos combinados obviamente son mortales, pero lo peor vendría en la mente de los hombres. ¿Cómo fueron sus últimos días?, ¿sufrieron alucinaciones que los obligaron a cargar con un escritorio y dejar la comida detrás?, ¿se vieron obligados a comer carne humana?, ¿se volvieron locos rodeados de tanta blancura?, ¿se habrán amotinado y asesinado a John Franklin?
La Expedición Franklin es un misterio total, pero otra prueba de que aún previniendo cada aspecto de una empresa, ésta puede estar de antemano destinada a fracasar.
La llamada Expedición Franklin de 1846 fue otro intento por alcanzar el mítico Paso del Noroeste, que permitiría viajar del Atlántico al Pacífico desde el norte de Canadá. Para esto, no se escatimaron gastos para la Expedición, reforzando los buques HMS Erebus y HMS Terror (¡nombres magníficos para barcos exploradores!) con las mejores maderas, instalándoles motores de ferrocarril para atravesar a fuerza pura el hielo y el más grande avance tecnológico de la época: comida enlatada para varios años.
La Expedición tuvo un sino incierto desde el principio: en 1846 tuvieron que enterrar a tres marineros quienes fallecieron a causa de la tisis (tuberculosis) complicada con neumonía. Las tumbas fueron encontradas en la isla Beechey, posteriormente. El 12 de septiembre de 1846 ambos barcos fueron atrapados en una banquisa de hielo, quedándo firmemente estrechados por el hielo durante más de dos años, en los cuales varios oficiales y marineros, entre ellos el mismo John Franklin, fallecieron. No se sabe nada de las causas, pero lo impactante (y terrorífico) vendría después. En la nota que anunciaba la muerte de Franklin, fechada 25 de abril de 1848, Couzier y Fitzjames, los capitanes de ambos barcos, también anunciaban que las tripulaciones habían abandonados las embarcaciones y se dirigían hacia el sur, al río Back.
Años después, cuando las expediciones de rescate arribaron al Ártico, lo que encontraron desconcertaría al mundo hasta mucho tiempo después: los cadáveres de la tripulación, conservados en hielo, mostraban signos de alteraciones neurológicas, algunos estaban destrozados, otros con marcas de mordidas humanas y algunos otros enterrados de forma debida, asímismo, en el recorrido final de la tripulación, se descubrió que habían arrastrado consigo ( y durante kilómetros y kilómetros de hielo, nieve y ventisca, cosas tan inútiles como peines, vajillas, cristalería e inclusive un pesado escritorio de roble, mientras atrás habían dejado provisiones y elementos básicos de supervivencia.
¿Qué pudo haber impulsado a las tripulaciones del Erebus y del Terror a tomar cosas tan pesadas y poco prácticas y dejar el aviuallamiento detrás garantizando su muerte? No se sabe.
Una de las últimas teorías, y de las más fuertes, es aquella que dice que la comida les ocasionó envenenamiento en dos fases distintas: la primera por escorbuto (que no es envenenamiento, sino avitaminosis) bastanta rápida, y la otra por plomo, mucho más lenta. Los alimentos enlatados distaban mucho de ser frescos o conservarse, y la soldadura pudo haber transportado el plomo a los alimentos y de ahí a los organismos de los hombres.
El escorbuto produce deficiencias en el colágeno, traduciéndose con diversos padecimientos como evacuaciones diarréicas con sangre, vómitos dificiles de controlar, sangrado capilar, caída de los dientes y falta de coagulación, aún a bajas temperaturas. El envenamiento por plomo ocasiona daño neurológico y cambios de conducta. Ahora, estos dos padecimientos combinados obviamente son mortales, pero lo peor vendría en la mente de los hombres. ¿Cómo fueron sus últimos días?, ¿sufrieron alucinaciones que los obligaron a cargar con un escritorio y dejar la comida detrás?, ¿se vieron obligados a comer carne humana?, ¿se volvieron locos rodeados de tanta blancura?, ¿se habrán amotinado y asesinado a John Franklin?
La Expedición Franklin es un misterio total, pero otra prueba de que aún previniendo cada aspecto de una empresa, ésta puede estar de antemano destinada a fracasar.
De pequeño leía y releía un par de libros de grandes misterios de la súper editoral Selecciones y precisamente hablaban de esta expedición la cual me parece una de las más interesantes dentro de este tema. ¿Ya leiste el libro de Dan Simmons El Terror?, precisamente habla de esta expedición. No recuerdo exactamente pero hubo otro par de expediciones que terminaron en tragedias similares también.
Julio Alberto
12 de abril de 2009, 11:06
Precisamente por haber leído el libro me acordé de la expedición. Apenas voy a poner la reseña en mi librero.
Una gran tragedia, pero también una gran historia...
Humbert C. Christopher
12 de abril de 2009, 11:56