Esto es un post programado.
Mientras ustedes leen esto yo estoy parado en la cubierta del barco, meciéndome en las suaves (espero) olas, con un plato de plástico en la mano, esperando la primera tanda de carne recién asada que salga de la parrilla. Habrá una mesa llena de acompañamientos (tal vez puré de papa, siempre guacamole, pico de gallo, espagueti). Las tortillas están en bolsa de plástico, esperando a que cada quien tome un montoncito y las lance a las brasas, para que se calienten como deben.
Comparto la cubierta con hombres y mujeres de honor. Trabajadores que disfrutan del día más tranquilo de la semana, si es que eso existe.
La carne chisporrotea, puedo olerlo. Por un lado hay costilla, por otro t-bones y rib-eyes. Más allá están los pollos, esperando su justa rostizada. En los termos anaranjados hay agua de sabor. Cais siempre ponen de mango, tamarindo y limón para los domingos. Lo que no saben es que tengo esperando una coca bien fría, de lata, solo para mí.
Terminaré de comer, con los dedos llenos de grasa y el estómago repleto. Tiraré los restos orgánicos al mar, como dicta el protocolo de salud ambiental, antes de que empiecen, y observaré como los pocos restos son devorados por los peces que disfrutan también de la parrillada.
Los domingos son buenos a bordo.
Te extraño, amor. Mucho...
Te amo mucho más...
Zabdy
3 de octubre de 2010, 20:31