150.5 Realidad alterna (2)

Los golpes eran insistentes en la puerta de la choza. Después de un minuto los golpes fueron acompañados de susurros desesperados. "¡Chamán, chamán!", apuraban.

Abrí los ojos en medio del sueño. Alguien perturbaba al chamán, pero ésa es la vocación del espíritu. Me levanté del catre y estiré mis huesos. Antes de abrir la puerta me puse el tocado. Cosa rara, la gente te cree más cuando tienes puesto el tocado y la pintura en el rostro. Por lo mismo introduje mis dedos índice y medio en el cuenco de pintura facial junto al escritorio y me tracé líneas paralelas en ambas mejillas. Esperaba que mi aspecto cansado y desvelado diera a mi rostro la severidad que se requería en el chamán.


Abrí la puerta de golpe. Un poco de melodrama siempre es bueno para la gente, aunque no lo sepa. "¿Sí?", inquirí, fingiendo la seriedad de mi tono.

"Es mi Tene, Chamán-Quetzal, la volvió a poseer el espíritu maligno de la otra noche". En su pequeño e inocente tono no cabía la entonación sexual que pudiera derivar de las palabras "madre" "poseer" y "noche" que alguien menos serio que yo habría encontrado.

Chamán-Quetzal, mi apodo, era una especie de broma entre los chicos del pueblo. Cuando llegué a la pequeña comunidad agricultora, mi blanca piel, mi alta estatura y mi rostro barbado impresionaron a los locales. Chamán Quetzalcoalt me llamaron. Curandero Serpiente Emplumada, un nombre de buen agüero en los creyentes para el encargado de su salud, ya que decían el verdadero Quetzalcoalt podía curar con la sola imposición de sus manos. Yo no era tan milagroso.

"¿La traen con ustedes?" pregunté, al percibir a otras personas que parecían cargar con un bulto.

"Si chamán, como nos lo pidió" respondió una jovencita detrás del primero. No quiero parecer ofensivo, pero todos los habitantes se parecen entre sí, y en la noche me era imposible distinguir un rostro de otro.

"Háganla pasar" dije, mientras retrocedía. Tomé la vela encendida del marco de mi puerta y encendí un pequeño brasero con incienso. El olor inundó el pequeño cuartoy di gracias, ya que los efluvios de la señora inundaron mi nariz. Acomodaron al bulto en uno de los catres de espera y se hicieron a un lado. El chamán tenía trabajo que hacer. Me acerqué con la vela y en la media luz distinguí a mi paciente. La señora tenía la enfermedad de la orina dulce desde su juventud, y no era la primera vez que la enfermedad permitía el paso del espíritu maligno. Su boca estaba seca, al igual que su lengua, su respiración era firme, al igual que su pulso, su aliento era amargo, sin rastro de olor a frutas podridas, su boca no se desviaba hacia el lado, ambos brazos se movían. Las piernas estaban color ocre, pero no era nuevo, sino la firma de la enfermedad en su cuerpo. El olor de excremento me indicó que al ser poseída había perdido el control de su esfínter o que sufría de vaciamiento de las tripas.

"¡Tene, Tene!", le grité, mientras la agitaba de un hombre. La señora abrió los ojos para cerrarlos de nuevo. No respondió a nuevos intentos.

"¿Desde cuándo está así?" inquirí al hijo. "Desde ayer Chamán, pero aún respondía…fue ayer cuando tuvo diarrea y se quejó del estómago, pero no se sentía mal, y hace unas horas empezó a delirar, fue cuando decidimos traerla."

Había sido un duro viaje en la oscuridad, pero aún se podía hacer algo, o eso esperaba.


"Fue la diarrea lo que atrajo al espíritu de la orina dulce, si detenemos la diarrea y recuperamos el líquido perdido, tu madre podrá regresar a éste mundo" dije yo, el Chamán Quetzal.


Fui a mi armario de pócimas. Encontré el frasco con cocimiento de nanche y otro con té de hierbabuenas enfríado en el rocío de tres días. Mezclé dos tantos de cada uno, y agregué jugo dulce de caña. Al espíritu del mal de la orina dulce le gustaba la caña. Tal vez así se calmaría.


"Necesito que entre tres personas la sujeten, para que pueda echar la pócima en su boca". El hijo, la jovencita y un señor mayor (el Tata, tal vez) sujetaron a la señora, quién se debatió en sus brazos. El espíritu sabía lo que estaba a punto de suceder. Como pude, vertí un poco de la poción en la boca de la señora y ella la escupió. Así estuvimos debatiéndonos el espíritu y yo por una hora, entre escupidas, groserías y diarrea (un poco de ambas partes), hasta que, poco a poco, la señora recuperó su cuerpo y volvió a ser ella misma. Todavía la dejé descansar hasta que estuvo a punto de amanecer, para asegurarme que habíamos vencido al espíritu.


"Gracias Chamán, que los Dioses se lo paguen" me dijo la familia cuando les di permiso de retirarse.

"No se preocupen, los Dioses siempre pagan…a veces", les respondí. Los vi alejarse, poco a poco. La señora aún vaciaba el estómago, pero poco a poco las tripas se asentarían. Me senté en el quicio de mi puerta, masticando un poco de corteza de sauce, ya que el desvelo me daba dolor de sentidos. Cerré los ojos un momento, y una voz me despertó.

"Chamán, fíjese que vengo a ver que me da, porque..." me dijo un viejo ahuehuete que caminaba hacia mi choza con bastón y todo encorvado.

"Pase Tata…ahora mismo le preparo algo" dije yo, el Chamán, y seguí cumpliendo el destino de mi espíritu.


2 Response to "150.5 Realidad alterna (2)"

  1. De nuevo, Humbert, de nuevo deleitas con un cuento.

    Esa idea tuya de una especie de Elseworlds es fantástica, te permite explorar sin tapujos ni penas otras vidas a través de ti mismo.

    Van 2, a ver cuantos salen de tu imaginación

  2. Tata ni que tata, los miercoles NO HAY CONSULTA!!