Al fin pasamos al otro lado de la reja. Creí que no lo lograríamos, pero en el último momento pude patear la mano que te sujetaba y, tras escuchar un chasquido, fuimos capaces de caer del otro lado. Revisé tus piernas en busca de mordidas, pero sólo encontré un par de arañazos y raspaduras de las puntitas de metal de la parte superior de la reja. Por acto reflejo te abracé, feliz de saber que (todavía) no te perdía, y es que el sentimiento de pérdida a no me dejaba hacer nada más: vi morir a mi familia, a mis amigos, a mis conocidos...inclusive yo mismo tuve que matar a un par de ellos para sobrevivir, y sobrevivir sin ti no era posible.
Los zombies empezaron a empujar la reja, tratando de alcanzarnos. Tal vez lo lograrían, pero nosotros no estaríamos allí para verlo. Teníamos que seguir la señal de radio para llegar al refugio y no sabíamos cuánto nos faltaba para llegar ahí, sólo que teníamos que cruzar todo el estado lleno de muertos vivientes y esperar lo mejor para continuar vivos.
Acaricié el revolver que colgaba de mi cintura. Reprimí el dispararle a los zombies del otro lado de la reja porque sería un desperdicio de las valiosas balas. El frío revolver se sentía vivo en mi mano, y supe que tarde o temprano lo utilizaría, en tí, en mí o en nosotros dos, dependiendo de a quién mordieran primero, pero por el momento, me llevaría a tantos cadáveres como pudiera por enfrente.
Con una mano sujeté mi katana (tomada prestada de la tienda de antigüedades de la plaza comercial, y afilada con un afilador de cuchillos de cocina) y con la otra te tomé de la mano. Me apretaste tan fuerte (y eras tan fuerte después de todo lo que habíamos vivido antes, durante y después del Apocalipsis) que creí que romperías mi mano, pero no, resistió, resistimos, y seguiríamos resistiendo, juntos, unidos y tomados de la mano.
En éste mundo lleno de zombies, lo único que me queda eres tú, y me alegro que así sea.
Los zombies empezaron a empujar la reja, tratando de alcanzarnos. Tal vez lo lograrían, pero nosotros no estaríamos allí para verlo. Teníamos que seguir la señal de radio para llegar al refugio y no sabíamos cuánto nos faltaba para llegar ahí, sólo que teníamos que cruzar todo el estado lleno de muertos vivientes y esperar lo mejor para continuar vivos.
Acaricié el revolver que colgaba de mi cintura. Reprimí el dispararle a los zombies del otro lado de la reja porque sería un desperdicio de las valiosas balas. El frío revolver se sentía vivo en mi mano, y supe que tarde o temprano lo utilizaría, en tí, en mí o en nosotros dos, dependiendo de a quién mordieran primero, pero por el momento, me llevaría a tantos cadáveres como pudiera por enfrente.
Con una mano sujeté mi katana (tomada prestada de la tienda de antigüedades de la plaza comercial, y afilada con un afilador de cuchillos de cocina) y con la otra te tomé de la mano. Me apretaste tan fuerte (y eras tan fuerte después de todo lo que habíamos vivido antes, durante y después del Apocalipsis) que creí que romperías mi mano, pero no, resistió, resistimos, y seguiríamos resistiendo, juntos, unidos y tomados de la mano.
En éste mundo lleno de zombies, lo único que me queda eres tú, y me alegro que así sea.
Perfecto, es una verdadera crónica de zombies, sé que la intención no es esa, pero es buenisimo el diminuto relato.
Por cierto, y abonando un poco el tema de vampiros, debes ver, Dejame entrar, es una película sueca... es la version contraria (y acertada) de Twilight... bajala cuando puedas.
Feco
5 de julio de 2009, 17:46