Conocí a Carlos Fuentes el primer día de marzo del 2003. No, no es de ésas entradas donde uno dice que "conoció a tal autor debajo de un árbol, mediante un libro olvidado, o una compra de último momento". No, cuando digo que lo conocí, quiero decir a "en persona". Estuve ahí, escuchándolo, cuando él expresó su cariño a Veracruz.
“Soy de una ceiba muy profunda y de ramas muy fuertes que hunde sus raíces en Veracruz. Me siento realmente parte de ustedes, parte de este puerto, cuyo significado, aparte de cualquier consideración biográfica o autobiográfica, todos sabemos, es enorme. México tiene una puerta de entrada, un arco triunfal para ingresar al país y se llama Veracruz”.
¡Perverso plan con maña el de ése panameño, que vino a adular al estado que más cariño le tuvo para que lo quisiéramos nosotros aún más! Le funcionó a la perfección. El aplauso, aunque ejecutado por cerca de 500 personas, se escuchó como si fuéramos millones. Después, como parte de su plan, hizo lo que pocos: a todos el que que llevara una copia de alguno de sus libros, ya fuera "La Silla del Águila" (que era el que recién había presentado al mundo) o alguno otro, se lo firmaría de puño y letra. Ignoro cuántos nos formamos para que nos firmara nuestros libros, pero de seguro el número estaba cerca de los 500, de todos los que estábamos ahí. Yo compré dos, con la esperanza de que me firmara ambos. Uno era el nuevo, el de "La Silla del Águila", aquel que confundiera su autoría con Krauze el tal Peña Nieto. El otro fue "Constancia y otras novelas para vírgenes".
Cuando me acerqué a él lo primero que note fueron sus uñas. Ligeramente largas y limpias. Más tarde, mi acompañante me preguntaría algo como: "¡¿Estuviste frente a Carlos Fuentes y te fijaste en sus uñas?!" y yo le respondería algo como: "Pos sí, ¿no?". Pero eso sería después. En ése momento, cuando vi sus uñas, lo primero que pensé fue: "Güey, pregúntale algo, que no note que te le quedaste viendo a las uñas, qué va a pensar".
Y le pregunté: "Maestro (así lo había saludado la persona que pasó antes que yo), ¿qué se necesita para escribir un libro".
Él se me quedó viendo un segundo, rió para sí mismo y, mientras firmaba el segundo libro (el de Constancia) me dijo una de las frases que más se me ha quedado pegada a través de los años: "Leer. Y escribir. Y escribir con disciplina, porque un libro no se escribe sólo".
Hoy, ése paisano nacido en Panamá ya no se encuentra entre nosotros. Sus obras quedan, y por sus obras será recordado y reconocido como lo que fue: una voz crítica, un autor ilustre y maravilloso, cuya obra, gracias a los ignorantes tanto nacionales como extranjeros, quedará inmaculada donde merece estar: en lo más alto del acervo cultural mexicano.
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Mientras los imbéciles de Tercer Grado defienden a Peña Nieto por no poder nombrar 3 libros, argumentando que no hace falta tener cultura para ser Presidente, Carlos Fuentes arremete contra el priísta, y contra ésta falacia.
"Este señor tiene derecho a no leerme. Lo que no tiene derecho es a ser presidente de México a partir de la ignorancia, eso es lo grave. Los problemas exigen un hombre que pueda conversar como par con Obama, Angela Merkel o Sarkozy, y no es este el hombre capaz de hacerlo."
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Días después de su muerte, en consulta, un paciente me preguntó si la gastritis era peligrosa. Le dije que como tal no, que sólo era molesta. "Las peligrosas son las úlceras provocadas por una gastritis mal tratada".
"¿Y son peligrosas?" me volvió a preguntar.
"Pues de éso murió Carlos Fuentes".
"¿A poco?"
Caray. Hasta de su muerte puedo hacer un ejemplo. Un hombre ejemplar, en vida y en muerte, si me permiten el mal chiste.
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Días después de su muerte, en consulta, un paciente me preguntó si la gastritis era peligrosa. Le dije que como tal no, que sólo era molesta. "Las peligrosas son las úlceras provocadas por una gastritis mal tratada".
"¿Y son peligrosas?" me volvió a preguntar.
"Pues de éso murió Carlos Fuentes".
"¿A poco?"
Caray. Hasta de su muerte puedo hacer un ejemplo. Un hombre ejemplar, en vida y en muerte, si me permiten el mal chiste.
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Conocí a Carlos Fuentes el primer día de marzo del 2003. De él me quedan sus saludos, y una de las mejores cosas que pueden desearme: la escalada de montañas (interminables) literarias. Él, sin duda, está en la cima, esperándonos.
Constantemente recuerdo las palabras que te dijo..."Leer y escribir, escribir con disciplina porque un libro no se escribe solo".
LoReBeLLa
30 de mayo de 2012, 15:55